19/04/2021

Perú se asoma hacía un gobierno populista ante la segunda vuelta presidencial

Lima, Peru: Government Palace

Cuando quedan menos de dos meses para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Perú, las cuales tendrán lugar el 6 de junio, una cosa es segura: desde el momento en que el próximo presidente preste su juramento el 28 de junio, Perú estará liderado por un populista declarado y que se considera ajeno a la clase política tradicional.

La primera vuelta de las elecciones peruanas tuvo lugar el pasado 11 de April. Los resultados han supuesto que el sindicalista radical Pedro Castillo del partido político Perú Libre se enfrente en el desempate a Keiko Fujimori, la hija del expresidente Alberto Fujimori, un autócrata de derechas que gobernó el país entre 1990 y 2000. Ambos candidatos representan el populismo desde los dos extremos del espectro político y su atractivo parece derivar de sus respuestas simples y en muchos casos simplistas, a los profundos problemas económicos, políticos y sociales que azotan Perú.

Castillo, quien ha pasado de ser un desconocido político regionalista a liderar la carrera presidencial, será visto con preocupación entre los inversores. Un admirador de otros líderes de izquierdas en la región como Evo Morales, Rafael Correa o el fallecido Hugo Chávez, Castillo ha prometido seguir la estela venezolana abogando por un nacionalismo de los recursos naturales. En este sentido, ha indicado que pretende nacionalizar el proyecto gasístico de Camisea, el mayor en todo Perú, e incrementar el papel del Estado en el sector minero. También se ha comprometido a aumentar el gasto público en sanidad y educación, pasando del actual 4% del PIB hasta en torno al 10%. Castillo tal vez tenga buenas intenciones, sin embargo y de acuerdo con los principales analistas financieros, dicho aumento del gasto parece poco viable en el actual contexto económico.

Keiko Fujimori emergió de la primera vuelta de las elecciones con un escaso 13% del voto popular (en comparación con el 19% obtenido por Castillo). Sin embargo, estos resultados fueron suficientes para pasar a segunda vuelta a pesar de tener el mayor índice de rechazo entre todos los candidatos que se presentaron a las elecciones. Es también importante destacar que el 12% de los votantes decidieron hacerlo en blanco, mientras que en torno al 28% de los censados decidieron no votar, a pesar de la obligatoriedad del voto en Perú. Sin duda, una muestra del claro desencanto popular con la política y los políticos peruanos.

Fujimori no representa una alternativa clásica de corte conservador. Al contrario, ella se presenta como una versión actualizada del autoritarismo de derechas y personalista que caracterizó el gobierno de su padre. Aunque orientada hacia posturas favorables a las políticas de una economía de mercado, tendrá difícil limpiar su imagen a menudo asociada a la corrupción y el clientelismo. No en vano, Fujimori ha sido acusada de financiar irregularmente varias campañas electorales y de blanqueo de capitales (acusaciones que ella niega), mientras que la administración de su padre estuvo marcada por la corrupción a gran escala y los abusos de los derechos humanos cometidos en nombre de la larga lucha contra la guerrilla maoísta Sendero Luminoso.

Curiosamente, los dos candidatos son conversadores en lo social a pesar de sus claras divergencias políticas. Ambos se oponen al aborto, al matrimonio de personas del mismo sexo y a la igualdad de género. Además, la más que probable entrada en el congreso peruano de un gran número de legisladores de extrema derecha (en parte como respuesta a la posible llegada de Castillo a la presidencia), pueden encaminar a Perú hacia sus propias guerras culturales. Todo ello en un momento en que la principal preocupación del próximo gobierno debería ser solucionar las devastadoras consecuencias sociales y económicas de la pandemia de coronavirus y los malos datos de crecimiento económico que arrastra el país.

El impulso de Carillo le puede llevar a la presidencia. Sin embargo, nada es seguro en la política peruana. Aquellos que se identifican con el centro político y los conservadores más moderados pueden decidir en las próximas semanas levantar su veto a Fujimori y votar por ella con la esperanza de que el populismo que ella encarna pueda ser el mal menor para el futuro de Perú. En cualquier caso, la crisis política peruana está lejos de mostrar signos de mejora y continua su tendencia negativa.

By Paul Doran, Director of Investigations at Aperio Intelligence

paul.doran@aperio-intelligence.com

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